El fuego no lo calma el ventilador: remedio para ocultar una erección

¿Erecciones imprudentes? No estás sola, cariño. A casi todos los gays nos ha pasado, especialmente en saunas, baños públicos y cambiadores de gimnasio. Por suerte, existe un remedio popular para calmar los ánimos, enfrentar el desnudo colectivo y ocultar una erección incómoda. ¡Toma nota!

 
La danza. (Versión solsticio de invierno). Ilustración cortesía de Radriguez.

La danza. (Versión solsticio de invierno).
Ilustración cortesía de Radriguez.

 

Los desnudos colectivos intimidan. Quizás, porque la mayoría de las personas no tenemos los cuerpos que la industria del entretenimiento idealiza. En el caso de los hombres cis hace falta sumar el factor erección, una reacción neurofisiológica que por alguna razón escandaliza más que la pederastia institucional de la iglesia católica.

Llevo media vida contando carbohidratos y no pinto para portada de Men’s Health. Cuando amanezco espléndida, quepo en la categoría de gordibueno. Cuando amanezco bah, no quepo siquiera en mi traje de baño de resorte. Me declaro incompetente para compartir recomendaciones capaces de lograr un cuerpo esculpido por los griegos. Afortunadamente, mi trabajo con el control de las erecciones es más loable.

Durante muchos años hui de los espacios propensos a la desnudez. En especial, en presencia desbordada de testosterona. No soy un tipo pudoroso, pero la homofobia me enseñó a optar por el camino de la represión. O discreción, si se prefieren los eufemismos. La masculinidad tóxica es frágil y lo último que puede permitirse es un levantamiento. Social o vascular, eso es lo de menos.

Entrada la adultez hice las paces con mis kilos de más, mi pelo en pecho y mi orientación sexual. Y junto con las hormonas, bajaron también los temores a estar sin ropa. A mis 17 estaba dispuesto a hacer tiempo para bañarme de último y evitar compartir regaderas en hoteles y en campamentos. Ahora me da bastante más igual. Por un lado, porque ya no tengo 17 años. Y por otro, porque los traumas de entonces me dejaron bien armado.

Para esconder una erección hace falta ropa. Sin ella, queda dejarla ser o cambiar unos estímulos por otros. En vapores, cabinas y playas nudistas libertinas no tiene caso el disimulo. Dios nos hace y nosotras nos juntamos. En lugares más conservadores, sin embargo, no está de más tener herramientas de contención. Después de todo, el cuerpo desnudo puede ser descaradamente sincero.

En los baños tradicionales orientales, como los onsen japoneses, solo los tatuajes son más ofensivos que las erecciones. Y en muchos países del Oriente Medio, donde los masajes solo se conciben entre personas del mismo sexo, la excitación puede ser incriminatoria. Por suerte, para lidiar con estos y tantos otros espacios, solo hace falta recurrir a una canción pegajosa, falta de contenido erótico y repleta de imágenes burdas.

Imaginar a Ricky Martin livin’ la vida loca no es la mejor de las ideas. Pensar en Maluma baby, menos. Enfriar los ánimos no es cualquier cosa y los resultados dependen de una elección musical atinada. Nada de banana duro, de banana tieso, de banana perverso. Este remedio funciona solo con canciones distractoras, de preferencia, acompañadas de coreografías. En mi caso, me quedo con “La calle de las sirenas”. Siempre fantástica, nunca infantástica.

El método, certificado por nadie, consiste en seguir la letra de la canción con el pensamiento. La combinación de dragones tristes, vecinas brujas y princesas bailando es de sobra anticlimática. Aun cuando a Santiago se le marca el paquete en las licras ajustadas del gimnasio o cuando a Pedro le escurre el agua por sus cuadritos en las regaderas comunales, llevar el pensamiento hacia el lado más angosto de la calle mata toda pasión.

No sé si son los sintetizadores noventeros, los pantalones acampanados o las hadas trabajando en un vestido azul, pero “La calle de las sirenas” no falla. El recurso es inagotable, eficaz y gratuito. Imaginar unicornios que son blancos y que brincan sin parar es tan efectivo que no supone riesgos de quedar en evidencia. Es más, ni siquiera hace falta llegar al coro de la canción para empezar a notar resultados.

De acuerdo con un artículo de Cultura Colectiva de 2019, si “La calle de las sirenas” no es un llamado para salvar al planeta del calentamiento global, entonces es una crítica a la prostitución. La verdad, tengo mis dudas. Eso sí, gracias a Kabah puedo enfrentar desnudos colectivos con 17.5 centímetros menos de preocupación. Incluso en saunas, baños públicos y cambiadores de gimnasio… ¡y es justo ahí donde hace más calor!

 
Anatomía de un arcoíris. Ilustración cortesía de Radriguez.

Anatomía de un arcoíris.
Ilustración cortesía de Radriguez.

Ilustración cortesía de Radriguez.

Ilustración cortesía de Radriguez.

 

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Publicado el 9 de noviembre de 2020 por Marck Gutt | Don Viajes.
Última actualización: 9 de noviembre de 2020.