Salares por debajo del nivel del mar, cañones que apenas reciben luz y dunas inquietas de arena blanca son algunas de las postales que esconde el oeste de Estados Unidos. Para descubrir estos paisajes, refugiados en parques nacionales, hace falta cambiar la vida urbana por viajes en carretera. Nunca es tarde para rentar un coche y salir de ruta por Arizona, California, Nuevo México y Utah.
Las guías de viaje a Nueva Orleans hablan sobre jazz, Mardi Gras y beignets, pero la ciudad es mucho más compleja. Para entenderla hace falta visitar espacios que honran la historia de las personas negras en Nueva Orleans y el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos. El restaurante Dooky Chase, la escuela McDonogh 19, el museo FPC y el barrio Bywater, son un buen comienzo.
Cada uno de los parques nacionales de Utah tiene sus encantos, pero la fama de Zion National Park es aparte. Ubicado cerca de Las Vegas, este parque esconde cañones, cascadas y decenas de cosas que hacer. Con atractivos como The Narrows, Emerald Pools, Water Canyon y Watchman Trail, Zion se luce en grande.
¿Qué hacer en Las Vegas? De entrada, dejar el Strip. Con lugares turísticos como Neon Museum, Fremont Street y los murales del festival Life is Beautiful, el centro de la ciudad se pone guapo. A cambio de atractivos obvios, Downtown Vegas sorprende a los viajeros con arte urbano, hoteles históricos y algo de vida comunitaria.
Uno de los principales atractivos de Colorado Springs es The Broadmoor, el hotel histórico fundado por Spencer Penrose. Con ayuda de restaurantes premiados, leyendas del Viejo Oeste y un tren que sube a la cima de Pikes Peak, este ícono del turismo en Colorado ofrece festines, viajes en el tiempo y una probadita de las Rocosas.
Recorrer la Ruta 66 en Estados Unidos es viajar en el tiempo. Entre pueblos vaqueros y gasolineras abandonadas, la Ruta 66 en Arizona presume los atractivos turísticos de Flagstaff y alrededores. Desde Nuevo México hasta California, este viaje en carretera promete fósiles de dinosaurio, coches antiguos y moteles que no pasan de moda.
Desde La Recoleta hasta el Monte de los Olivos, cuando se trata de ritos funerarios no hay estándar que valga. Visitar algunos de los cementerios más famosos, antiguos y coloridos del mundo basta para comprobar que existen tantos rituales de muerte como culturas diferentes.
Overseas Highway, la carretera que conecta los Florida Keys, promete más que mar turquesa y arena blanca. Desde Key Largo hasta Key West, los cayos al sur de Miami resguardan delfines, venados endémicos y arrecifes de coral. En este recorrido por los cayos de Florida, la postal típica de las islas del Caribe es el atractivo que menos importa.
Cerca de Orlando, Crystal River y Homosassa se proclaman capital mundial de los manatíes. Rodeado de manantiales y playas, este destino invita a los viajeros a remar en kayak, recorrer reservas naturales y nadar con manatíes. Para presumir sus principales atractivos, el centro de la Florida no necesita escobas voladoras ni sables láser.
Cerca de San Diego y de Los Ángeles, el interior de California esconde pueblos del Viejo Oeste, salares por debajo del nivel del mar y senderos custodiados por cactus y reptiles. Un recorrido por el parque estatal Anza Borrego y los parques nacionales Joshua Tree y Death Valley basta para comprobar que los desiertos de California son muy, pero muy fotogénicos.
Una vez al año los cerezos de Washington D.C. se llenan de flores blancas y rosas. Los árboles, un regalo que llegó de Japón hace más de un siglo, son uno de los principales atractivos de la capital de Estados Unidos. Entrada la primavera, los jardines del National Mall y el Arboretum Nacional celebran la floración con festivales en honor a la sakura.
En estos rincones de Estados Unidos, Japón y México, la ruralidad y el arte hablan el mismo idioma. Con museos inesperados y galerías experimentales, los pueblos de Marfa, Hakone y San Agustín Etla prueban que fuera de las grandes ciudades también hay espacio para esculturas, instalaciones y propuesta.
Cuando se habla de los vinos de California, Napa y Sonoma acaparan la atención. Por suerte, el estado dorado es enorme y el sur también sabe de enoturismo. Temecula, a medio camino entre Los Ángeles y San Diego, sorprende a las visitas con clima mediterráneo, productos orgánicos y medio centenar de viñedos.
A orillas del río Bravo, en el oeste de Texas, Big Bend National Park esconde aguas termales, pueblos vaqueros y cañones custodiados por coyotes. Sin muros fronterizos ni hordas de gente, este parque nacional en el desierto sorprende a las visitas con naturaleza virgen y montañas que prueban que no todo el estado de Texas es plano.
Entre los siglos XVIII y XIX la orilla del río Misisipi se cubrió de plantaciones azucareras. Louisiana se convirtió en un exportador de talla mundial y su ribera más famosa en una concentración descarada de riqueza. Hoy, entre Nueva Orleans y Baton Rouge, los palacios de azúcar cuentan la historia amarga de los esclavos sometidos a producir dulzura.
El arte callejero, cuando menos en Estados Unidos, cambió su mala fama por tours de grafiti y festivales internacionales. En ciudades como Las Vegas, Miami, Nueva York y San Diego los muros tienen mucho que decir. Para escucharlos, basta con recorrer barrios que no le tienen miedo al color.
En los desiertos de Arizona, parajes inhóspitos y pueblos de película resguardan cantinas de puertas abatibles y diligencias que avanzan a galope. En estas tierras el oeste se presenta como un viejo inmortal. Y la cotidianidad, como la historia de El bueno, el malo y el feo.
El hotel Overlook y su pasado turbio protagonizan El resplandor, una de las historias más aterradoras de todos los tiempos. The Stanley inspiró la novela de Stephen King y Timberline Lodge la adaptación al cine de Kubrick. Sus puertas están abiertas y ávidas de recibir huéspedes nuevos.
Sorbete, gelato, nieve… ¡el nombre es lo de menos! Este postre es tan ingenioso que se las arregla para vender aire y salir bien librado. Si quieres saber cómo se hace el helado, las siguientes palabras son útiles y tentadoras. En cono o en vasito, estas heladerías artesanales son la gloria.
La vida cultural de Manhattan tiene de todo: que si ópera en el Met, que si arte contemporáneo en el MoMA, que si lentejuelas en Broadway. Justamente porque la ciudad es inagotable, ya estuvo bien de hablar siempre de lo mismo. A cambio de dejar el circuito tradicional, Nueva York presume propuestas menos obvias como Company XIV, Dream House, House of Yes, Dia Beacon y más.
Seguir el ciclo del agua es una buena idea para aprovechar las vacaciones de verano en Vail y en Breckenridge. Cuando se derrite la nieve en las montañas de Colorado, los centros de esquí más famosos de Norteamérica ofrecen actividades como rápidos, stand up paddle y senderismo acompañado de lagos y cascadas.
Orlando presume en partes casi iguales la magia de Disney, las atracciones de Universal Studios y el orgullo LGBTQ+. Gracias a la capital mundial de los parques temáticos, al corazón conservador de la Florida no le faltan celebraciones de pride ni bares gay como Parliament House y Stonewall. ¿Quién dijo cruising y tacones?
San Diego se corona como capital de la cerveza artesanal en Estados Unidos. Con más de 150 productores, esta ciudad bohemia a orillas del Pacífico presume su variedad superior de etiquetas. Gracias a cervecerías locales como Border X, Eppig Brewing, Mission Brewery, Modern Times y Stone Brewing, la cerveza artesanal en San Diego canta victoria.